Una de cal y otra de arena. Es así com te describiría. Como nos describiría. Ahora te hablo, ahora no te contesto, ahora no dejo de decirte lo mucho que te echo de menos, ahora dejo de hablarte durante dos días. Y así. Día tras día, semana tras semana, mes tras mes. De julio a noviembre. Y todo esto sumado a la maldita distancia que nos separa. Tantísimos kilómetros que quisiera reducirlos a centímetros. Que alguien me afirme que vales la pena, que aguantaré, que esperaré y que luego todo irá bien. Me dijiste que me esperarías diez meses, y los que hiciera falta. Pero ¿sabes lo que hace falta? Una espera activa. Un constante susurro que diga que sigues ahí, que sigues manteniendo lo que tanto y tantas veces decías. No quiero una espera silenciosa y pasiva. Una espera cargada de dudas. Una espera que mata lentamente y que, por mucho que odie aceptarlo, no me deja avanzar del todo. Sigo igual, haciendo lo que toca, disfrutando de la gente que tengo a mi lado pero siempre me faltas. En la rutina, en los planes improvisados, en los "hoy no tengo ganas de nada". Muchos dicen que si aguantamos esto, estaremos hechos a prueba de fuego y no sabes como necesito que me afirmes que será así. Que aguantaremos, que tu y yo, cada uno desde su posición, haremos que valga la pena al final. Por mucho que me considere una persona independiente, estoy empezando a ver que quizás no tanto. Quizás te necesito más de lo que creo. Quizás no puedo ir tanto a mi bola como me gustaría. Quizás, por mucho que siga adelante con mi vida y los días pasen, me falta esa chispa cuando no tengo tu mensaje de buenos días.
Mar de dudas y esperanzas, solamente quiero que salgamos con vida de éste. Y no cada uno con vida, tú con vida y yo con vida, quiero que ese nosotros tenga vida. Un nosotros que tanto tú como yo hemos mencionado inconscientemente más de una vez. Un nosotros que vaga entre el sí y el no. Un nosotros que necesita razones muy de vez en cuando para que siga significando algo.